Como María, te digo que sí

Como María, te digo que sí

Quiero, Señor, darte mi sí más auténtico.
Quiero seguirte, aunque me distraiga.
Quiero elegir tu estilo, aunque una y mil veces me deje
tentar por otros diferentes.
Quiero vivir a tu manera, luchando contra otras ofertas de vida fácil.
Quiero amar, aunque mis necesidades griten más que las de otros.
Quiero ser manso, aunque yo mismo me sorprenda de mis arrebatos.
Quiero escuchar, aunque mis ruidos interiores no callen.
Quiero ser pobre, aunque mis deseos sean infinitos.
Quiero ser grande, aunque por dentro apenas crea en mí.
Quiero ser niño, aunque, a veces, presuma de adulto.
Quiero ser misericordioso, aunque me cueste.
Quiero ser tolerante, y aceptar a cada ser humano en su totalidad.
Quiero ser austero, y dar todo lo que me sobre, poco a poco.
Quiero trabajar por la justicia, y no descansar hasta que todos vivan.
Quiero luchar por la paz, y no poner la más mínima tensión alrededor.
Quiero llorar con los otros, y dar poca importancia a todo lo mío.
Quiero ser profundo, y tener cada día mi rato de charla contigo.
Quiero ser auténtico, y no dejarme engañar y distraer por otros dioses.
Quiero estar en el mundo, y hacerme amigo de los diferentes.
Quiero vivir atento a todas las necesidades del hermano.
Quiero vivir amando, y acercarme a todos los humanos.
Quiero vivir una vida plena, que ese es el sueño que tienes para mí.
Quiero imitar a María, la madre, la Inmaculada,
la llena de gracia, la oyente de la palabra.

Mari Patxi Ayerra

Sé que no te hacen falta

Sé que no te hacen falta
flores para ser vereda
lumbre para ser la aurora
fuego para ser la hoguera
Luna para ser la noche
noche para ser eterna
agua para ser la nieve
valle para ser la hierba
hierba para ser la espiga
de los campos de esta tierra.

Sé que no necesitas
que te coronen de Reina
ni que te borden un manto
ni que te vistan de seda
ni que te prendan del pecho
un relicario de perlas
ni un rosario de esmeraldas
ni un retablo de azucenas
ni que te calcen de plata
ni que te ciñan de estrellas
ni que te encarnen el rostro
con amapolas trigueñas.

Sé que Tú no me pides
mi amor para ser más buena
mis besos para ser Madre
cetro para ser Princesa
manto para ser Señora
ni una corona de Reina
ni un Altar para ser Santa
ni una flor para ser bella.

Pero aunque no me lo pidas
quiero que Tú tengas
un manto de seda clara
y un cetro de madreperlas
y una corona de oro
y una toca de pureza
y un Altar puesto de nardos
y una ráfaga de estrellas
porque en este mundo Tú eres
su jardín y su vereda;
y eres su noche y su día
y eres su torre y su puerta
y eres su mar y su nieve
y eres su cumbre y su sierra
y eres su pan y su espiga

y eres su Esperanza eterna
y eres su Evangelio vivo
y eres su Mujer Perfecta;
y además de Mujer, Santa
y además su Madre excelsa
y además de Madre, Virgen
y además de Virgen, Reina
que ha bajado de los cielos
con tu divina Pureza.

José María Rubio Rubio

Sonaja y Pandero

SONAJA Y PANDERO

¡Mírenla, qué linda es
la Madre de aquel Clavel!

En una silla de cielo
la Virgen está sentada,
rodando vino la noche
por los caminos del alma.

Las estrellas por el cielo
los Arcángeles cabalgan.

Temblando de amor, la Virgen,
al invierno preguntaba:
¿Con qué tela he de cubrirle?
—Le dio pañales el alba—.
¿En qué cuna he de mecerle?
—La alondra le dio las alas—.

La Virgen junto a su pecho
más que mecer adoraba,
y los pájaros, al verla
más que cantar, la miraban.

Tan bella, la virgen bella
bella está, que manzana
parece, de aroma dulce,
rosicler de la mañana.

Todos guardaron silencio
y los ángeles cantaban.
Dulce alfeñique es el Niño,
su Madre, miel de retama…

Y San José con la sierra
una cuna fabricaba,
con los formones del frío
y las garlopas del alba.

Los pastores por las cumbres
vienen repicando chácaras.
Un pie de romance nuevo
hasta las estrellas cantan.
La noche tiene alegría
del pandero y la sonaja.

¡Mírenla, que linda es
la Madre de aquel Clavel!

Alfredo Reyes Darias

María silenciosa

María silenciosa

María silenciosa,
que todo imaginaste sin hablar,
más allá de cualquier visión humana,
ayúdame a entrar en el misterio de Cristo
lentamente y profundamente,
como un peregrino consumado de sed
entro en una cueva oscura
al final del cual se escucha una ligero correr de agua.
Antes que nada déjame arrodillarme
para adorar,
haz que luego empuje la roca con confianza,
y envíame serenamente al misterio.
Finalmente calma mi sed
con el agua de la Palabra
en silencio como Tú.
Quizás entonces, María,
el secreto del Hijo Crucificado
se me revelará
en su inmensidad sin fronteras
y caerán las imágenes y palabras
para hacer espacio solo al infinito.

Card. John Henry Newman

Así en la tierra como en el cielo

Así en la tierra como en el cielo
Hoy sube al cielo María
que Cristo, en honra del suelo
traslada la casa al cielo
donde en la tierra vivía.
Hoy el palacio real
de solo Dios habitado
sube a la patria inmortal:
hoy la casa en que vivía
la Eterna Sabiduría,
hoy la soberana Aurora
la luna pisa, el sol dora:
hoy sube al cielo María.
Suben las columnas graves
de aquella siempre bendita
casa, y las celestes aves
al fénix que resucita
dicen con voces suaves:
¿cómo sube en mortal vuelo?
¿La tierra puede subir?
Pero bien pueden decir
que Cristo, en honor del suelo,
vuestro privilegio pasa,
casa ilustre, de la ley
común, porque fuiste casa
del Rey, ni pagará el Rey
tal casa con mano escasa;
casa hermosa, honrad el suelo,
levantad al cielo el vuelo;
de Dios lo fuisteis, y Dios
por no estar en él sin vos,
traslada la casa al cielo.
Suba al que el premio le den
que tan alta gloria encierra;
suba el breve cielo, en quien
halló casa en la tierra,
donde cupo tan bien;
suba con justa alegría,
que no es bien, pues que María
fue de Dios cielo en el suelo,
que se vuelva en tierra el cielo
donde en la tierra vivía.

Lope de Vega