Homilía del Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne
Domingo, 06 de mayo de 2012
50º Aniversario de la Canonización de San Martín de Porres
Basílica Catedral de Lima
Muy queridos hermanos en Cristo Jesús.
Hoy la Iglesia universal, también la Iglesia en el Perú y en Lima, celebra con especial gozo estos cincuenta años desde la canonización que Juan XXIII, Beato, hizo de nuestro Hermano San Martín de Porres.
Saludos mis hermanos Obispos aquí presentes.
Saludo también al Provincial de la Orden Dominica a quien perteneció San Martín, a los miembros eclesiales de la Orden, a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas que hoy nos acompañan en esta Catedral.
Saludo al Doctor César San Martín, Presidente del Poder Judicial. A los Congresistas, autoridades, a la Hermandad de San Martín de Porres, a todos.
Hoy el Santo Padre, en el saludo que ha hecho al rezar el Regina Coeli al mediodía en Roma, al final, ha querido recordar este aniversario pidiéndole a San Martín: Intercede por los trabajos de la nueva evangelización y ayúdanos para que florezca la santidad en la Iglesia.
Hermanos, en el Evangelio que acabamos de escuchar, toda las doctrina que Jesús enseña a sus discípulos en este pasaje “Yo soy la verdadera vid, mi Padre es el labrador”. Todo sarmiento que no da frutos lo arranca; y todo el que da fruto lo toma para que de más frutos.
A partir de esa explicación de Jesús, cada uno de nosotros tiene por delante esa tarea, todos tenemos esa llamada de Jesús: “Estén conmigo, únanse a mí”. Esa primacía de la gracia que viene de Cristo explica la santidad de San Martín de Porres, es Cristo quien lo escoge y es él que con su libertad responde heroicamente a todo lo que Cristo le va pidiendo.
Justamente poco tiempo después de la canonización, el Concilio Vaticano II hizo toda una doctrina conciliar recordando al mundo entero que desde el bautismo estamos llamados todos a esa santidad de unión con Cristo, como decía Juan Pablo II: “No es para un grupo de privilegiados”. No hay en la Iglesia una entrega minimalista, no hay una vida más o menos buena, la Iglesia nos enseña que busquemos la santidad, la unidad con Cristo en todo, tarea nada fácil.
Desde el bautismo, Cristo nos ha escogido a todos uno por uno, nos ha incorporado a esa vida en Él y nos dice: “Ya no eres Pedro, Tomás, María, Juana, no, ya eres hijo de Dios en Cristo”. Y empieza esa tarea de ser santos a la que todos estamos llamados, en el trabajo, en la familia y en el día a día.
Que bien, haría la Iglesia si en esta tarea de la nueva evangelización volviera a promover la belleza de la santidad, la posibilidad de la santidad en la vida corriente y ordinaria, porque siempre hemos visto a los santos como muy lejanos, muy diferentes a la vida corriente y entonces decimos: la santidad es para unos cuantos.
San Martín de Porres fue un hombre sencillo, un hombre del pueblo, un hombre humilde, no estaba en el poder, no tenía grandes doctorados, no tenía una plataforma de nada, era como cualquiera de nosotros solo que más humilde, más generoso y el Señor en esa alma, como en la tuya y en la mía, sembró un amor a Cristo que hizo que San Martín no estuviera jamás tranquilo hasta no hacer todo por amor a todos, amigos, no tan amigos, conocidos no tan conocidos, ahí está el heroísmo. ¡Qué fácil es amar a los que te aman! ¡Qué fácil es agradecer a los que te ayudan!
San Martín nos ha dejado una huella en la Iglesia Universal del hombre humilde que se vuelca a toda hora por ayudar a los demás, por escuchar a los demás, por comprender a los demás, por estar con los demás; y uno pensará a veces: ¿Este alto grado de la vida cristiana fue suficiente?
Claro que fue suficiente, no se dedicaba San Martín a hacer milagros, se dedicaba a amar al prójimo, no había en su boca una palabra que no fuera de cariño y de ternura, no había en sus pensamientos nada que fuera de agravio a los demás, no había en su vida comunitaria nada que no fuera obediencia a su misión. Y en ese cumplir cada día con sus deberes, Jesús fue poniendo una luz cada día mayor y hoy vemos que el mundo entero ve en el santo de la escoba el ejemplo del hombre humilde, del hombre que ama al prójimo, del hombre que busca siempre pero con una caridad que tiene contenido.
Amar a todos es estar en la cruz de Cristo, amar a todos es morir a nosotros mismos cada día, y hermanos eso solo se puede en esa intimidad con Cristo.
Grande fue el amor a la Eucaristía de este hermano nuestro. Nos dice la historia que pasaba largos ratos junto a Jesús Eucaristía. Hoy que estamos tan apurados no se sabe para que, ¿cómo sería este mundo si le dedicáramos un minuto cada uno a estar delante del Santísimo, adorando, escuchando, pidiendo amor a la Eucaristía y confesándonos frecuentemente?, porque no es fácil ir adelante sino hago ese acto grande de humildad, porque en la confesión está la esencia de la conversión. Voy en un acto de humildad para decir la verdad, para poner ese acto de arrepentimiento, dolor de corazón y Jesús entra en el alma y te deja lleno de gozo, alegre, con entusiasmo, con vitalidad para ir a la búsqueda de todos tus hermanos.
La lectura meditada de la palabra de Dios, el amor a María, en el rezo del Rosario y un ardor misionero es la misión que se nos encomienda. Realízala en tu casa, con tus hijos, con tus hermanos, en tu barrio, en tu trabajo. Esa es tu misión, siembra ahí el amor, la paz, la comprensión. Por eso el apóstol San Juan nos da ese como resumen de la vida de San Martín, no amemos de palabra ni de boca, sino de verdad y con obras.
Por eso, hoy saludo a la Orden Dominica y a toda la Iglesia, a las Diócesis vecinas que nos acompañan, donde el Patrono de la Iglesia de Chosica es San Martín de Porres. La Iglesia de Lima está de fiesta, la Orden Dominica está de fiesta, todos estamos de fiesta porque este buen hombre visita su Catedral y nos dice a todos: “Ánimo, si se puede ser santo, Jesús te busca para que seas santo”.
Bendice San Martín a nuestra patria, con la paz, con la verdad, con la unidad de toda la familia peruana.
Así sea.
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Deprecaciones a San Martín de Porres
Glorioso San Martín de Porres, que todo lo sufriste con alegría por amor a Dios. Ruega por nosotros.
Glorioso San Martín de Porres por los trabajos, penalidades y desprecios que sufriste. Ruega por nosotros.
Glorioso San Martín de Porres, servidor de Cristo en la persona de los enfermos. Ruega por nosotros.
Piadoso San Martín de Porres, enamorado y confidente de Jesús en el Sagrario. Ruega por nosotros.
Glorioso San Martín de Porres, bienhechor complaciente con las oraciones de tus devotos. Ruega por nosotros. Padre Nuestro. Ave y Gloria.
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