Instante supremo (al Cristo lagunero)

Instante supremo

Dentro de unos momentos el Cristo lagunero
saldrá de su capilla en magna procesión,
y el pueblo electrizado le seguirá anhelante,
los ojos en los suyos, vibrando el corazón.

El dolor del espíritu y el dolor de la carne
en silencio elocuente, ofrendan su promesa,
y millares de antorchas se consumen ardientes
en las manos que tiemblan mientras la boca reza.

La torre le saluda con cascadas de luces
y toda la ladera es volcán prodigioso.
Un cohete silbando anuncia la llegada,
y el Cielo es un incendio, de tan horrible, hermoso.

Ya el Cristo vuelto al pueblo desde el arco de entrada
se despide, inundando a todos de emoción.
Parece que los brazos se desprenden del leño,
ansiosos de apretarnos contra su corazón.

Yo he sentido de lejos el instante supremo,
mi alma ha estremecido tu mirada, Señor.
Y rogando por «ella» he caído a tus plantas,
herida por la flecha de tu divino amor.

      Josefina Tresguerras

A la Iglesia de la Concepción de La Orotava

Iglesia de La Concepción de La Orotava

Una silueta divisé en este hermoso valle;
se alzaba delicada a toda aquella mirada:
era la arquitectura sacra siendo honrada
por el arte del villero bruñendo el detalle.

Luce la piedra tu impronta que no se olvida;
los ecos del púlpito cincelado en mármol
rememoran al madero que nació del árbol,
y por amor, transfigurado a Cruz vivida.

En el firmamento una cúpula dibujaste;
dos campanarios que conmueven al visitante
pregonan al viento el día más deslumbrante:
sonaba la melodía alegre del tajaraste.

Con el sonoro repique me acerqué,
palpando el señorío y tu historia;
sentí el hado de un pedacito de gloria
que resuena en cada toque su porqué.

Octava de Corpus y Semana Santa,
la obra consumada llegó en el cierno,
donde lo efímero siempre será eterno
cuando admirado oprime la garganta.

Y vi llover pétalos en precioso vuelo,
que desprendían con júbilo verdadero
tus lágrimas mostrando el sendero
de la Ascensión del Señor al cielo.

En la fe, acompañando tu tabernáculo,
acabó mi frío con tu sol: el que más calienta.
Es tu espíritu la fuerza que nos sustenta
y doblega el poder aferrado al báculo.

Mientras, una voz susurra una oración.
Testigo de quietud, de duelo y alhajas:
la fúnebre entrada de aquellas cajas,
la salida de unos novios sellada su unión.

Y en su altar, mi siempre anhelada;
de Génova traída a la noble y leal Villa
yo me inclino –manso– a tal maravilla:
¡Oh, Virgen de la Inmaculada!

No hay gente que no se cautive
en la fiesta que honra a la Pureza,
donde brota la belleza
que hasta el alma mustia revive.

Mas, la Asunción llegó con el glorioso Tránsito;
dormida en el lecho nuestra ternura acrecienta.
Yo la velaré para que sola no se sienta,
pues es su presencia el reposo que necesito.

Y con tu Santo Cristo de la Misericordia
el pueblo camina siguiéndolo a su vera;
con el mandato cumplido en la cruz nos espera:
la Sagrada Forma aguarda bajo la Custodia.

De fondo un órgano lleva a la emoción,
que en su apogeo el ambiente silencia…
la voz interior cae rendida a la cadencia:
Catedral del Valle es la Concepción.

                        José J. Santana

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Enlace relacionado:

A la Iglesia de San Francisco de La Orotava

Foto de: Roberto Mazzanti

Las Fiestas del Cristo de Tacoronte (poema)

Las Fiestas del Cristo

Oh qué fiesta de luces
sobre el campo y el pueblo.
En incesante hervor,
en creciente abejeo,
desde lejanos puntos,
afluyen los romeros.
Y el Santuario, la Plaza,
las calles, los paseos,
revientan de fervores
en este día espléndido…
Y en Tu honor, los exvotos,
cirios y pebeteros;
las brazadas de flores,
los frutales de incendio,
las rodillas sangrantes,
los cánticos y rezos.
Y en tu honor, Cristo mío,
yo también, de muy lejos,
—de las simas profundas
de mi propio destierro—;
yo también, onda amarga
entre el gentío inmenso…;
con renovada fiebre
de amores a Ti vengo,
a ofrendarte el humilde
manojo de mis versos.
Oh qué fiesta de júbilos
sobre el campo y el pueblo.
La flor de los cohetes
se abre con estruendo,
y sus estambres de oro
estallan en aplausos pirotécnicos;
esparcen las campanas sus temblores
—azucenas metálicas del viento—;
y Tú sales, oh Cristo, del Santuario.
Magnífico, sereno.
Abrazado a tu Cruz.
Tal una hermosa estampa de Durero…
Por un río de luces,
navegas en barcaza de hombros recios.
La trémula corriente, a tus espaldas,
va creciendo y creciendo.
Y delante de Ti —tambor y flauta,
cambiante rueda y eje pintoresco,
carrousel de colores y de ritmos—,
trenza «la danza» su ágil arabesco.
También, en torno tuyo,
columna viva y mástil verdadero;
también en torno tuyo,
y atados con la cinta de mis versos,
también, en torno tuyo, Cristo mío,
giran mis pensamientos.
Oh qué fiesta de ritmos en el aire.
Oh qué fiesta de llamas en mi pecho.

             Emeterio Gutiérrez Albelo
      «Cristo de Tacoronte: Poemas».

Fiesta del Corpus Christi en la Villa de La Orotava

Flores… más flores… muchas flores…

Desde la Cuesta de la Villa, momentáneamente, contemplo en actitud admirativa el incomparable Valle de la Orotava. Es una mañana en que la atmósfera está limpia como el cristal de roca. La primavera, en posesión de su máxima hermosura, se manifiesta en el Valle-prodigio, en plena floración.
La luz solar, plata y oro en fusión maravillosa, rompe en la alfombra verde de los extensos platanares y arranca centelleos a las gotas de rocío, como si fueran éstas, brillantes incrustados en las hojas de la vegetación. Tan intensa es la luz, que parece que llega acariciante hasta el mismo corazón del mortal que admira tanta belleza y siente la caricia como un hormigueo del espíritu.
El Teide poderoso, parece querer besar la bóveda celeste; contrastando con el azul purísimo, la nacarina nieve que en forma de caperuza cubre su mayor altura. Este día de sol incomparable, parece querer dar un mentís a ese tradicional proverbio que dice:

«Tres días hay en el año 
que relucen más que el sol
Jueves Santo, Corpus Christi
y el día de la Ascensión».

Corpus. Día de gloria… día de flores y de sol. Aquí, en la Orotava, este santo día, es de más brillantez que en cualquier otro sitio. La deliciosa villa, viste sus mejores galas. Las calles limpias, primorosamente adornadas, dan la grata impresión de un país de ensueño. La policromía de las múltiples alfombras confeccionadas en su mayor parte con flores naturales, parecen tener una interrogación en cada corola de flor y una sonrisa en cada pétalo.
El gusto artístico predomina en este alfombrado de las calles pinas y asimétricas. Como todos, con religiosidad mística, contemplo las alfombras en las que el genio del artista se funde en estrecho abrazo con esa obra inimitable que la naturaleza labró en las flores: luz y color, armonía suprema, obra de Dios…
En holocausto a él, se ofrenda todo esté derroche de arte, de color y luminosidad. La comitiva religiosa, pasa por sobre las alfombras que los mortales no osaron hollar con su planta por ver en ello la profanación.
Tras de sí deja la procesión las flores marchitas y deshechas. Las flores, más y más flores, muchas flores que antes parecían sonreír, ahora, muestran un gesto de dolor…
Mas no han quedado rotas y marchitas todas las flores… Como algo indestructible, semidivino, podemos admirar en profusión alucinante la eterna maravilla de luz y de color que en sus caras de diosas ostentan siempre las mujeres de la Orotava: Estas, como aquellas, son flores.

Y porque así Dios lo ha querido,
adornándolas como a las rosas,
recreándose en su obra complacido,
como a ellas, las hizo tan hermosas.

Rafael Peña León. La Orotava, 1926.
Revista Hespérides, agosto de 1926 (nº35)

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Fiesta del Corpus Christi en la Villa de La Orotava

Siempre variada, aunque no distinta
camina en Corpus Christi La Orotava.
Religioso su espíritu proclama
la especial aventura ya intimista.
Elementos… Milagros vegetales
llenan de esplendor, dichosa Villa
perfume de sus montes, sus orillas…
hasta el mismo rincón donde hay sus mares.
Con tapices de pétalos y arena…
¡Oh volcán que rendido va a tu pie
y a la hostia sagrada fuego lleva!
qué hay más hermoso que te dé…
por dejar tu andar la propia vida
sino la ofrenda de amor con nuestra fe.
¡Y tú, villa norteña, bien nacida!
Tan llena de mil gracias tus rincones
donde abunda la paz entre las flores;
con tu Señor, Tú siempre agradecida.
Son tus calles bellezas alfombradas
se inclinan a tus pasos cual vecinos
en calidad su adoración de hijos;
levantando tu cáliz ya te alaban.
Para rendirte culto eternamente,
sin agotar el paso caminamos
para seguirte sin pensar dos veces;
¡Qué eres la verdad de cada día!
nos sorprende tu andar a nuestro lado
¡de manera tan franca, inmerecida!

               Carmen Suárez Baute
    «Imágenes en verso» (2005)

Enlace relacionado:

El arte de las alfombras de La Orotava (Infraoctava del Corpus Christi)

Al Santo Hermano Pedro de Vilaflor

Al Santo Hermano Pedro de Vilaflor

En los rincones dispares del mundo
Siervo de Dios, hermano de los hombres
que a los ricos motivas y a los pobres;
ejerciendo con humildad tu rumbo.
Antepones sacrificio a libertad
pleno tu corazón de valentía
la conciencia le sirve a tu valía
para poner en tus hechos caridad.
¡Qué irónica es la vida en tu actuación!
Fundador de tu escuela, sin estudios
enfermero sin la ciencia, por amor.
Hospital de vagabundos tu pensión,
refugio es tu posada de impedidos
tu casa: ¡lugar de paz y de oración!
incansable terciario franciscano;
luchador por el pobre y la injusticia
y del enfermo, predilecto hermano.
Campanilla pequeña es tu palabra
que llama con tu toque la atención;
mil cosas dice con su voz de bronce
llenando los corazones de emoción.

               Carmen Suárez Baute
   «Imágenes en verso» (2005)

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Festividad del Santo Hermano Pedro