La Virgen, camino del Calvario

LA VIRGEN, CAMINO DEL CALVARIO

+ LA SANGRE DE CRISTO (á.o)

Versión de La Luz (La Orotava, Tenerife), dicha por Úrsula Borges y recogida por Mercedes Morales.

Por el rostro de la sangre    que Jesús ha derramado,
2   iba la Virgen María    buscando su hijo amado.
Por el camino donde iba    una mujer ha encontrado.
4   —¿Qué haces aquí, mujer,    qué haces aquí llorando?
—Usted me ha visto pasar    a mi hijo Jesús amado?
6   —Deme las señas, señora,    de su vuestro hijo adorado.
—Es más blanco que la nieve,    más brillante que oro y plata,
8   que en su frente trae el sol    y la cara es como un ángel.
—Por aquí pasó, señora,    por aquí Cristo ha pasado,
10  con una cruz a sus hombros,    una cadena arrastrando
y me pidió que le diera    un paño de mi tocado
12  para limpiarse su rostro    que lo trae sudado;
tres dobleces traía el paño,    tres figuras le han quedado,
14  si lo quiere ver, señora,    aquí lo traigo guardado.—
Al oír la Virgen esto    cae al suelo desmayada.
16  San Juan y la Magdalena    vienen pronto a levantarla.
—Vamos, vamos, mi señora,    vamos pronto pal Calvario;
18  por muy pronto que llegamos ya lo habrán crucificado,—
Ya lo ponen en la cruz,    ya le clavan los tres clavos,
20  ya le dieron la bebida    de amarga hiel y vinagre.
Y la sangre que derrama    en el cáliz su brisal,
22  el hombre que toma de ella    será bienaventurado,
y la gracia que pidiese    de Dios sería otorgado,
24  la del Padre, la del Hijo    y la del Espíritu Santo, amén.

Diego Catalán. La Flor de la marañuela: Romancero General de las Islas Canarias, (1969).

* * *

María en el Calvario

Imagen ilustrativa: Virgen de los Dolores de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, La Perdoma (La Orotava). Foto: Jonathan García.

A la Virgen de la Esperanza (La Macarena de Sevilla)

A la Virgen de la Esperanza
(La Macarena de Sevilla)

¡Virgen de la Macarena!
¡Bellísima Virgen mía!
Cuando sales con tu pena,
blanca como una azucena,
la noche cambias en día.

Pasas, bella entre las bellas,
bajo su dosel de estrellas,
la noche del Jueves Santo,
recogiendo en tu amplio manto
de nuestro amor las centellas.

¡Por tu carita morena!,
¡Por tus lágrimas, María!
Por la noche que haces día
cuando llora en alma buena
con lágrimas de alegría…

¡Danos días de bonanza
en el mar de la existencia,
oh Virgen de la Esperanza,
y enséñanos cuanto alcanza
el alma con la paciencia!

Fr. José S. Crespo, O. de M.

* * *

Hermandad de la Macarena

Al pañuelo de la Virgen

Al pañuelo de la Virgen

Yo la he visto, Virgencita
como temblaba en tus dedos
la batista blanca y fina
de tu pañuelo.
Como en suave caricia
venía a besarla el viento
y dejaba entre su trama
la fragancia de su beso.

Yo he visto como guardaba
un suspiro de tu pecho
la batista blanca y fina
de tu pañuelo,
y un tulipán de tu trono
con cáliz de terciopelo
anhelando aquel suspiro
lloraba de sentimiento.

Yo he visto como una lágrima
la esperaba con deseos
la batista blanca y fina
de tu pañuelo,
mientras un clavel sangraba
por sus pétalos abiertos
el aroma de su vida
para llevarte consuelo.

Y yo tenía mucha envidia
de las caricias del viento
del tulipán de tu trono
y de aquel clavel abierto,
porque los tres me robaban
todo cuanto yo había puesto
en la tela blanca y fina
de tu pañuelo.

         Federico Acosta

Imagen: Nuestra Señora de la Soledad de la Portería Coronada, Las Palmas de Gran Canaria.

Manos de Cristo

Manos de Cristo

Esas manos, Señor, blancas, divinas
y que el hierro rasgó con vil suplicio,
abiertas con dolor al sacrificio
rubrican el amor de sus doctrinas.

Blancas manos, Señor, que peregrinas
tuvieron en su palma un orificio
para el mundo regar de beneficio
izando la verdad entre sus ruinas.

Manos blancas, caminos de esperanza
que alumbran para el orbe el derrotero
con el Norte de firme confianza;

pues tus manos clavadas al madero,
en abierto abrazo, es esperanza
de un mensaje de paz al mundo entero.

           Federico Acosta Noriega

Imagen ilustrativa:  Detalle del cartel del quinario del Santísimo Cristo a la Columna de la Villa de la Orotava del año 2016 (Hermandad de la Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo a la Columna).

La Oración del Huerto

La Oración del Huerto

I

En sus bases de pórfido
del Erego la mística montana
sus encumbradas cimas
hasta el cielo levanta.
La luna melancólica,
escondida entre lóbregas nimbadas,
traslucir deja, en vaga intermitencia.
su moribundo resplandor de plata.

Las nieblas vagarosas,
extendiendo del monte por las faldas
sus húmedos vapores,
por el extenso campo se dilatan.

El viento, entre los cedros,
y las robustas palmas
que se yergen altivas en el valle,
hondos suspiros de tristeza exhalan,
y del verde olivar en el ramaje,
los pardos búhos de pupilas anchas,
en agorera queja
sus tétricos ronquidos desparraman.

En sus nidales las palomas sueñan
y en los cañales del Cedrón, las garzas
empiezan a dormir, mientras el río,
como un sollozo, su caudal arrastra.

II

Es media noche.
En el obscuro seno
de una abrupta caverna,
con dolorosas ansías,
orando está Jesús, el rostro en tierra.
En sedosa madeja a sus espaldas
flota su cabellera
y por el blanco cuello
en guedejas undívagas se enreda.

Conmueve la caverna sus entrañas
y retumbar escúchase en sus grietas
la voz de Dios que exclama:
«Si hay alguien en el mundo que se atreva
a servir de holocausto por el hombre,
responda a mis acentos. Dios lo espera».
Y alzando Cristo su angustiada frente,
sin vacilar contesta:
—»Señor, estoy dispuesto,
en redención te ofrezco mi existencia…
Soy obra de tus manos;
hágase en mí la Voluntad Eterna!».

III

Y se rompen de nuevo
los senos de la gruta, y un arcángel
se yergue en ella en actitud altiva…
Y en ese mismo instante
llena la caverna de relámpagos
y un trueno sordo suena por el Valle.
El ángel habla a Cristo:
-¿Dime, Jesús, vas a verter tu sangre
para salvar al hombre?
-Sí, contesta Jesús, por su rescate
ofreceré mi vida
y le abriré los cielos. Ya lo sabes.
Un rugido infernal de sus entrañas
exhala, ardiente de furor, el ángel,
y volviéndose al Cristo:
—¿Cómo te atreves, dícele, a inmolarte
por la prole de Adán, raza maldita,
con millones de crímenes culpable?
Troncha Caín el cuello de su hermano
y vaga ahora por el mundo errante;
vende a Sansón la pérfida Dalila;
asesina Aristóbulo a su madre;
Absalón es traidor y sanguinario…
¿Y aún así piensas, Jesús, sacrificarte?
—Sí, le responde Cristo dulcemente.
Yo cumpliré la voluntad del Padre…
Y, en tanto, rueda por su sacro rostro,
tembladora, una lágrima de sangre.

Comprimida sonrisa de despecho
muestra en su labio el ángel,
y con acento irónico,
—Óyeme, dícele, óyeme un instante,
oh Cristo, que el Eterno me concede
tres horas más aún, para tentarte.
Si los pasados crímenes,
para calmar tu afán no son bastantes,
mira la historia que vendrá mañana.
En un inmundo dédalo de sangre
Nerón, Tiberio y el feroz Calígula
harán del trono pedestal infame…
Vendrá, quizá, otra Venus más impura
y el Odio y el Rencor tendrán altares;
erguiráse en un solio la Soberbia
y estos vicios será nuevas deidades
que en su locura adorarán los hombres.
Infesta Babilonia las ciudades
consumarán el crimen de Sodoma…
¿Y así vas, oh Jesús, Divino Mártir,
a morir por el hombre?
—Sí, yo ofrezco
gustoso mi existencia en su rescate,
Cristo, de nuevo, le responde, y rueda
otra vez una lágrima de sangre
por su pálido rostro…
El ángel presuroso
se aleja blasfemando,
mientras los senos de la gruta se abren.
Se llena la caverna de relámpagos
y los truenos retumban por el valle…

          Tomás Gatica Martínez

Imagen ilustrativa: «La Oración en el Huerto», óleo de Mariano de la Roca y Delgado.