¡Bienaventurados!

bienaventurados

«Bienaventurados los que encuentran sentido a la vida, pues nunca se sentirán frustrados».

«Bienaventurados los que escuchan, porque entenderán la vida de los demás».

«Bienaventurados los que basan su vida en algo más que lo material, pues podrán dar explicaciones a lo inexplicable».

«Bienaventurados los que buscan un algo en la vida, porque ellos vivirán la plenitud».

«Bienaventurados los que no se amoldan a la sociedad, porque no terminarán en destrucción».

«Bienaventurados los que rápidamente se recomponen de una humillación, pues tienen espíritu de lucha».

«Bienaventurados los que tienen unos ideales por los que luchar, pues tienen una meta».

«Bienaventurados los que luchan por un mundo mejor, pues ellos se sentirán más humanos».

«Bienaventurados los que afrontan los problemas sin huir, porque no conocen la cobardía».

«Bienaventurados los que luchan por la paz, porque de ellos dependerá la libertad».

«Bienaventurados los que no tienen dinero, porque ellos saben compartir».

«Bienaventurados los que ceden cuando no tienen razón, porque saben rectificar».

«Bienaventurados los que todavía creen en el amor, porque encontrarán razones para vivir».

P. José Cabrera Vélez

Nuestro Hermano Martín

El pasado día 3 de noviembre celebramos a San Martín de Porres, nuestro querido hermano Martín.

Fray Martín se convierte para todo el que se acerca a él en un gran amigo y compañero de camino, con cuya compañía puedes contar y siempre encontrarás el consuelo y la fortaleza necesaria de su mano.

Son muchos los detalles de la vida de Martín que nos pueden ayudar, pero hoy queremos quedarnos con su profundo espíritu de oración y su forma de predicar tan particular y eficaz.

El Santo de las Américas nunca predicó desde un púlpito, ni echo sermones, pero su vida era toda ella una predicación y así mismo una oración, alabanza al Dios creador y amante de cada uno de los hombres, sus hijos.

La vida de contemplación y acción de San Martín eran siempre una, señala una biógrafa de Santo (Guiliana Cavallini) con una bella imagen cogida del Evangelio, en concreto del pasaje de Marta y María: «En el corazón de Martín, Marta y María nunca discutían, porque María acompañaba a Marta siempre y a todas partes. Pero cuando Marta terminaba su trabajo, María tomaba a Martín de la mano y lo llevaba a un lugar apartado donde pudiera disfrutar de la presencia del Señor, solo… La soledad atraía a Martín cómo a un imán».

El hermano Martín pasaba largas horas al servicio de los pobres y de los enfermos y siempre se refugiaba en el corazón silencioso el amor de Dios. Nunca cesó de inhalar la presencia de Dios y nunca cesó de exhalar la compasión… así fue y es la vida de Martín.

Rocío Goncet, O.P. (Monasterio de Santa María la Real de Bormujos, Sevilla).

* * *

Oración a San Martín de Porres

Martín de Porres, humilde seguidor del Evangelio de Jesús, elevamos ante ti nuestros corazones llenos de confianza y devoción. Tú qué te entregaste sin límite a los pobres y desamparados, hoy te ofrecemos nuestras necesidades y peticiones. Derrama sobre nosotros y sobre nuestras familias el amor sanador de Dios. Concédenos sencillez de corazón y compasión de los que más sufren, especialmente los que sufren la injusticia y la discriminación racial. Que sepamos descubrir en éstos, nuestros hermanos más pequeños, el rostro sufriente de Jesús.

Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Festividad de San Martín de Porres: Fray Martín, el santo de la santa sencillez

Si no nos hacemos sencillos y puros de intenciones, como los niños, no entraremos en el Reino de Dios.

Fray Martín era un hombre abierto, cercano y auténtico. La sencillez de su carácter era fruto de un resultado natural y a su profundo deseo, con convicción, de ser sólo un hombre bueno. Pero detrás de esta modestia del santo mulato se encontraba un trabajo duro, de sacrificio y de un amor sin artificios: sintió con el prójimo doliente, viviendo en la voluntad de Dios y participando de su inagotable Misericordia. Para las almas puras, como la de Martín, que han llegado a la luz de la fe y de la verdad, todo es sencillo y natural. La fe, pues, radica en la respuesta verdadera dada a la Palabra de Dios; no tanto en su erudición. Una respuesta que iba acompañada —como algo innato— de humildad generosa y de una presencia que atrapaba confiadamente en el espacio vital. Así, en ese espacio creaba nuestro querido santo su «propio» lugar de amor del que hacía partícipe a los demás. Gozaba, por tanto, de un alma fervorosa que transmitía paz y alegría allá donde estuviera, y a su vez, encontraba su razón de ser procurando el bien al prójimo.

Es bien cierto que los buenos hijos de Dios no sólo nos ayudan a mejorar sino que además nos cambian la vida. Precisamente en este mundo que compartimos, donde vivimos y convivimos, junto a nuestras familias y en comunidad, es nuestra forma de ser la que puede obrar el cambio en el comportamiento de aquellas personas que nos rodean, y especialmente frente a actitudes poco gratificantes. La expresión humana de la sencillez siempre cala en los buenos corazones, esos mismos donde sempiterna resuena la Palabra del Señor.

A su vez, solícito pero sin nimiedades, deseaba nuestro amigo Martín ser el último porque, libre de cargas mundanas y ambiciones personales, sabía que era el camino seguro para servir a Dios y a los hombres. Y a los ojos del Señor, es la sencillez y humildad de corazón los valores que más aprecia: ambas constituyen ese dulce triunfo sobre nuestros corazones, a menudo tan llenos de soberbia y sentir hipócrita que marcan de manera deleznable muchos actos de nuestras vidas.

«Con dos alas se levanta el hombre de las cosas terrenas, que son sencillez y pureza», dijo Tomás Kempis; y no le faltaba razón, pues la sencillez glorifica y la pureza, además, santifica: como así vivió, de manera permanente en estas cualidades, Fray Martín.

J.J.

* * *

El mulato de Lima sigue su camino, con su sublime humildad, sin sorprenderse de nada de cuanto de extraordinario va ocurriendo a su paso. Todo es natural en él, todo lo lleva a cabo con tal sencillez, con tanta naturalidad, que diríase que éste es el camino obligado de su realización. En su casi ingenuidad infantil, en su innata inocencia, no puede pensar que el camino que sigue sea extraordinario. Nunca pensó que él fuera la causa y el agente de tantas maravillas y prodigios. Porque Fray Martín tuvo conocimiento sobrenatural de los acontecimientos y penetración de las cosas ocultas, poseyó el don de profecía y de la sutileza, siendo capaz de penetrar en lugares cerrados, sin abrir la puerta.

También por voluntad Divina poseyó otros dones asombrosos: el de la ligereza, que le permitía recorrer grandes distancias en un momento, y el de la invisibilidad, cosas ambas que fue capaz de comunicar a otras personas.

Y todo ello, no nos cansaremos de repetirlo, porque su humildad y su gran inocencia no le deja pensar que es capaz de tales prodigios. Tiene una visión infantil de las cosas. No se sorprende, como no se sorprenden los niños de las más extraordinarias maravillas, porque en su espíritu lo creen la cosa más natural del mundo.

Su humildad fue heroica, fundamento de todas las demás virtudes. Su caridad, inagotable, ya que alcanzó incluso a los irracionales. Su paciencia, imperturbable, basada en su gran humildad sin que las censuras e incomprensiones que tuvo que soportar, alterasen su sonrisa. Su obediencia, admirable, ya que murió obedeciendo. El conocimiento que tenía de su propia bajeza le protegía.

Este era Fray Martín de Porres, el mulato de Lima, que realizó los más portentosos milagros con tal naturalidad que diríase que era el camino simple y obligado de su sencilla existencia. Sus actos fueron sumamente sencillos, y la vida que llevó nunca se salió de lo ordinario. Lo extraordinario le llegaba de lo Alto, del supremo Hacedor.

Hábito dominicano,
aumenta tu penitencia,
es extrema tu obediencia,
sufres el insulto humano;
si te alaban, es en vano
que es opuesto a tu humildad.

Oración

Oh, San Martín de Porres, interponed vuestra poderosa intercesión ante el divino Señor y alcanzadnos a cuantos admiramos la sublimidad de vuestras virtudes, el favor de imitaros para que así logremos la dicha de disfrutar de las bendiciones de la gracia. Y en prenda de que son escuchados estos nuestros ruegos, otorgadnos el consuelo de ver remediadas las necesidades que con todo fervor y plena confianza encomendamos a vuestra intercesión. Así sea.

Con cariño, a Fray Martín, santo sencillo y bueno. Para que algún día aprendamos a ser como tú.

Festividad de San Martín de Porres: Fray Martín, el «enfermero» de almas

Noviembre

Noviembre

Ya llega Noviembre tan triste, tan grave;
se acerca sereno, cual tímida nave,
que trae lejanos recuerdos de ayer;
recuerdos dolientes que roban la calma,
recuerdos que llevan jirones del alma
a los que a la vida no pueden volver.

¡Oh! ¡Mes de lo muertos, que vistes de luto!
¡Tú vas por el mundo cobrando un tributo
de lágrimas, flores, incienso, oración!
¡Tu voz nos congrega, nos llama sin ruido,
y mágicamente disuelve el olvido
que invade y anula nuestro corazón!

¡Oh! ¡Mes de los muertos! ¡Tu voz insonora
nos habla de aquellos que viven ahora
la vida dichosa, la vida verdad!
¡De aquellos que fueron, cual yo, sombra vana
y de los que vieron tras la farsa humana
los amplios umbrales de la eternidad!

¡Oh! ¡Mes de los muertos! ¡Tu tétrica estela
es algo sublime que al alma revela
la dulce esperanza que alienta a bregar,
y dice en silencio: no temas la suerte,
pues tras el enigma fatal de la muerte,
es cuando la vida se viene a empezar!

             Bohemia Pulido Salazar
    (del libro «Mujeres canarias»)

¿Quiénes son todos los Santos?

¿Quiénes son todos los Santos?
Son, ni más ni menos, aquellos
que en la Montaña de las Bienaventuranzas
encontraron y renovaron, una y otra vez,
su pasión y su carnet de identidad. 
Los que, abriendo la ventana de su corazón,
permitieron que entrase la luz divina y, con esa luz eterna,
agradar totalmente a Dios sin olvidar a las personas.
Son, esos hermanos nuestros que, sin hacer cosas extraordinarias,
fueron grandes por su inmensa sencillez;
en la oscuridad, nunca se cansaron de buscar al Señor
y en la luz del mundo nunca lo dejaron perder.

¿Quiénes son todos los Santos?
Son aquellos y aquellas que fueron fieles al Señor
sin doblegarse o arrodillarse a los pies de otros dioses.
Los que, en el sufrimiento, nunca se acobardaron
y, en el éxito, no quisieron dar la espalda al Evangelio.
Los que, ante la injusticia, eran altavoz de los que no tenían voz
o los que, ante la pobreza, sabían sembrar a Dios como riqueza.

¿Quiénes son todos los Santos?
Tal vez los que, sin levantar mucho ruido,
hicieron un bien inmenso en tantos hombres y mujeres del mundo.
Aquellos que, en la soledad, acompañaron con horas sin término.
Los que, obligados a renunciar a su fe, prefirieron el martirio.
Los que, enmudecidos por muchos intereses, nunca callaron.
Los que, presionados por la hostilidad, sólo predicaron la paz.

¿Quiénes son todos los Santos?
Son los que, lejos de dejarse seducir por la palabrería barata,
se dejaron llevar por la Palabra de Jesucristo.
Son los que, tentados por los mil sabores de la tierra,
no quisieron jamás apartarse del alimento del cielo: la Eucaristía.
Son los que, perseguidos por proclamar la verdad,
se crecieron y fueron fuertes hasta el último instante de sus vidas.
Son los que, además de amar con pasión la creación,
nunca olvidaron que, Alguien, era su Creador.

¿Quiénes son todos los Santos?
Son los que pretendieron un mundo diferente,
atravesado por la estrella de la fe e iluminado por el Espíritu Santo.
Los que esperaron y soñaron con Dios como recompensa final.
Los que, sin ser entendidos ni comprendidos,
han sido recibidos con un abrazo gratificante en el cielo.
Los que, con su vida y en su vida, por su vida y desde su vida,
quisieron y disfrutaron llevando a Dios
hasta lo más hondo de su existencia.

Esos son… nuestros santos.

Javier Leoz, Sacerdote Diocesano de Pamplona (Navarra).

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Enlace de interés: Nuestros santos de Canarias