La Santa Cruz

Cruz Monasterio Benedictino

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

               Lope de Vega, “Rimas sacras”

A los pies de la Cruz

¡Salve, piadosa Cruz, enseña santa,
símbolo eterno del amor divino!…
Mi frente, humildemente,
ante tu altar inclino;
y arrancando del pecho
mi loco corazón, que va derecho
a ocupar el sagrado
lugar donde latiera
el de Nuestro Señor, alzo mi ruda,
mi pobre voz delgada y soñadora,
y de júbilo llena te saluda:
¡Salve, Cruz redentora!…

Todo se renovó, todo se hizo,
cual si las almas otra vez creara,
el poder del Señor, al dulce hechizo
de la Verdad que en Ti se revelara.
Y el místico edificio coronando,
la piedad, condensando
en la plegaria ardiente
sus ansias, sus anhelos,
abrió todos los labios, y rotundo,
vigoroso, candente,
resonó por los ámbitos del mundo
el saludo inmortal: «Creo en Dios Padre,
Señor, Omnipotente!…»
¡Oh, sol!, si Dios te ha dado
un peregrino séquito de estrellas,
y piadoso te ha alzado
por dueño y por señor de todas ellas,
Tú, también, Cruz divina,
sobre la inmensa cúpula sagrada
que eleva el Vaticano,
gallardamente alzada,
contemplas a tus pies arrodillada
la grey inmensa del linaje humano!

Eres enorme, ¡oh, Cruz! recia, grandiosa,
como la luz, ardiente;
como el mar, insondable,
como el amor, amable,
como la fe, potente.
Cuanto más a tu lado
te contemplo admirado,
-milagro del Señor- más poderosa
tu grave reciedumbre me parece.
Quien de Ti va sujeto, se ennoblece
y el jugo y el sabor le halla a la vida,
y encontrará su senda más florida
cuanto más a tus pies se abrace y rece.
Madero tosco y rudo.
la maravilla del prodigio pudo
hacerla Dios tan sólo: de la infamia
y del baldón emblema,
apenas consagrada, removiste
toda la tierra, y fuiste
de lo noble y lo santo la diadema.
Imperios derrocaste,
y tesoros de amor de Ti manando,
una a una las almas enlazando,
el nuevo pueblo para Ti formaste.
Al cambiarse la historia
nuevos ritos nacieron,
nuevas instituciones, nuevas leyes,
y aclamándote el mundo soberana
hoy te muestras ufana
en la misma corona de los reyes.
Mas, con ser tan inmensa, todavía
no has cumplido tu fin, el fin excelso
que el Señor te confía:
Cuando cierre la noche
negra de la anarquía,
y las almas sin luz, rumbo, ni guía
vuelvan la espalda a Dios, tornen al lodo;
cuando el desorden llegue, y todo gire,
todo desaparezca, cambie todo:
Tú sola, altiva y fuerte,
más grande que el dolor, más que la muerte,
gallardamente alzada
sobre la inmensa cúpula sagrada
que eleva el Vaticano,
otra vez, indulgente,
a poner volverás paz en la guerra,
por rara maravilla eternamente
mostrando tu Verdad, y nuevamente
la Redención ser hará sobre la tierra.

                  Francisco Izquierdo e Izquierdo

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Cruz del Molino

Propósitos

El valor de las cruces no nace de su carestía, porque no hay cosa más abundante en todos los estados y en todas las condiciones. Y es bien extraño que la misma abundancia no nos haya enseñado el modo de aprovecharnos de ellas; siendo nuestra mayor desgracia no conocer la virtud de este excelente remedio para curar las pasio­nes. ¡Cuánto has perdido hasta aquí por no haberte sabido aprove­char de los trabajos, infortunios y desgracias de esta vida! Conoce ya lo que valen; y, pues dentro de ti mismo tienes esta mina para enriquecerte, acaba o comienza a persuadirte que no hay otro verdadero mal sino el pecado; y todo lo demás que se llama desgracias, reveses, infortunios, calamidades, trabajos, míralo desde hoy en ade­lante con ojos verdaderamente cristianos; estímalo en lo que vale, y habla de ello como de un inestimable regalo que Dios te hace.

No hay cosa más común ni más saludable entre los cristianos que hacer la señal de la cruz; pero, al mismo tiempo, tampoco hay cosa que se haga con menos fruto, porque ninguna hay que se haga con menos devoción y con menos respeto. Los apóstoles, enseñados por Jesucristo, instituyeron esta adorable señal para instruirnos en los misterios y principios de la fe, y para dar a todos ese público testimonio de lo que creemos. Es la señal de la cruz una como abre­viada profesión de nuestra fe; y es también contraseña con que im­ploramos la asistencia y la bendición de Dios por los méritos de Cristo, que padeció y murió en ella. Haz siempre, a ejemplo de los primeros cristianos, la señal de la cruz cuando comienzas a orar, cuando das principio a alguna obra, y, sobre todo, cuando te asalta alguna tentación, o te hallas en algún peligro.

Padre Juan Cruiset, S.J.

Las flores, símbolo de María

smp y la virgen

Tradicionalmente la cristiandad ha dedicado este mes de Mayo a la devoción a la Virgen María. Mes hermoso, evocador de la belleza de la mujer bendita entre todas las mujeres: la Madre, la Purísima, la Mediadora de todas las gracias. Precisamente llegado el primer domingo de mayo celebramos el Día de la Madre, haciendo una humilde semblanza con la Santísima Virgen, modelo y perfecto ideal de buena madre. Aquella que se prepara con amor para el acto de la maternidad, pidiendo a Dios infunda un alma capaz de todas las virtudes en aquel Ser que ella lleva en su seno. Asimismo, en el firme propósito que sus hijos crezcan con salud y afronten con fe cristiana las vicisitudes cotidianas. Quiera el Señor que en todos los instantes de nuestra vida este ruego se convierta en realidad.

Las flores, símbolo de María

Un movimiento simpático y alegre se nota en todas las iglesias apenas apunta en el calendario el primer día del mes de Mayo: un ir y venir constante de almas enamoradas de María que llevan, para adornar el altar de la Madre de Dios, sendos ramos de flores que durante todo este mes ofrecerán sus perfumes y sus hermosuras a la Reina del Cielo. Un homenaje que a Ella rinde la naturaleza al levantarse nuevamente de su letargo y vestirse con las galas de la estación primaveral, como queriendo asociarse a la alegría que siente la hija de Nazaret porque han terminado todos sus dolores y ya contempla a su Hijo divino triunfante y glorioso de todas sus penas.

Y esto mismo se nota donde quiera que haya una imagen, por pequeña que sea, de la Virgen Santísima, hasta en lo más escondido de nuestras casas donde la familia cristiana se congrega para honrar a tan gran Señora.

Es que el mundo entero ha querido asociar en todo tiempo el nombre de María y el mes de Mayo porque cree que ninguno otro la representa y figura como este; y podemos pensarlo así porque en cada una de esas bellas y hermosas flores, que colocamos a sus pies, simbolizamos una virtud que en la Virgen resplandece de una manera grandiosa.

Una de las flores que más abundan en el trono de la Virgen María es la azucena, que descuella entre todas las demás como si pareciera que quiere ejercer imperio sobre ellas con su madeja de anchas hojas que, inclinadas unas sobre otras con gracia y apretándose entre sí, parecen formar un trono: el más precioso y elegante se levanta con donosura un tanto inclinada y en torno de su tronco como para pedir los homenajes todos de la naturaleza, apareciendo la más bella en comparación de las restantes florecillas que las rodean de las que atraen sus miradas y su admiración.

ave maríaComo símbolo de la pureza es la flor más hermosa que le podemos ofrecer y la más grata a María, ya que ha sido esta virtud la que en Ella más brilló, y que para conservarla la llevó en su tierna edad al templo, dónde la ofreció a Dios en primer voto que escucharon los ángeles con asombro y que quiso presentar como obstáculo para la dignidad que más tarde se le ofreciera, si había de ser con menoscabo de ella.

Esta virtud había de ser el principio de todas las demás virtudes, de su humildad profunda, de su ardiente caridad para con Dios y para con el prójimo.

Por eso, junto a esta hermosa flor colocamos a la solitaria y oculta violeta, el gracioso y dentellado clavel y la rosa de formas graciosas, de esplendor sin par y de fragancia exquisita.

Pero cuando hayamos llegado al último día de Mayo no quedemos contentos con sólo el ofrecimiento de estas flores; pongamos también a sus pies la reforma de nuestra vida con la imitación de cada una de ellas.

P. Carlos Delgado y Delgado. Santa Cruz de Tenerife, mayo de 1951. (Adaptación)

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«Salve Regina, mater misericordiae»

Salve, Regina, mater misericordiae:
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Hevae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, Advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos
ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis, post hoc exsilium ostende.
O clemens: O pia: O dulcis
Virgo Maria.