Carta de Fray Martín: A los enfermos (Padre José Luis Gago, O.P)

poemario

Fray Martín sigue siendo el enfermero y el amigo.

Mis queridos amigos:

Me dirijo a vosotros con todo el gozo de que mi alma es capaz. Formáis parte de mi vida sobre la tierra y de mi preocupación desde el cielo. Vosotros conocéis mi vida y sabéis que, entre los oficios que me fueron encomendados en el convento, el que ocupó más años y más cariño por mi parte, fue el de enfermero. Mi principal ocupación consistió en velar y cuidar a los frailes que sufrían alguna dolencia o enfermedad: y no sólo los frailes del convento, sino los que en la ciudad padecían, formaban parte de mis más íntimos amigos. Lo primero que tengo que declararos es el bien que ellos me hicieron; no sólo porque me dieron oportunidad de hacerles algún bien; no sólo porque el Señor se manifestaba en sus palabras y en su alma, sino también porque los enfermos eran para mí, la lección viva y encarnada de todas la virtudes: pacientes hasta lo increíble, sufridos, humildes, agradecidos, llenos de confianza en Dios, alegres por sentirse escogidos por El para una vocación corredentora, bondadosos, desbordando confianza en Dios y en su Providencia, almas de oración, en íntima unión con Dios, conscientes de cumplir una misión salvadora entre los hombres, seguros de caminar por el atajo -corto y áspero- del camino de la santidad.

La enfermedad es una condición de la naturaleza humana caída; nadie se ve libre de su experiencia; más tarde o más temprano, en mayor o en menor gravedad y duración, todos los hombres tienen que saber del sufrimiento y del dolor físico. Pero, junto a los hombres que saben de la enfermedad como realidad transitoria, hay miles y miles que viven la enfermedad como situación permanente, casi como rasgo personal y constitutivo. Es uno de los misterios de la vida humana ante el que sólo la valoración religiosa y el enfoque sobrenatural tienen algo que decir.

Es natural que la primera e instintiva reacción de la naturaleza sea de rechazo de la enfermedad; ésta, en definitiva, es un ataque a la vida, a la salud, a la tendencia innata de sobrevivir. Por eso, no deben sorprenderos ciertos gestos y expresiones de rebeldía en los primeros momentos de la enfermedad. Lo peor es, cuando la persona recién sometida por la enfermedad carece de criterio cristiano; porque, lo que en principio fue sólo reacción física, puede enquistarse como principio de valoración de su actitud ante el dolor. De ahí, muchos enfermos sin sentido sobrenatural que no aceptan su situación como vocación y estado. Para éstos, la enfermedad mina, no sólo su organismo corporal sino también su espíritu y su esperanza. Contra esto quiero preveniros, mis amigos… Vuestros sufrimientos son camino de identificación con Cristo en la cruz, medio de purificación personal y comunitaria, un modo de oblación a Dios por el amor, una forma de intercesión por los hombres, el más puro estilo de conformidad con la voluntad de Dios, la ocasión permanente de progresar en el ejercicio de todas las virtudes. Si vivís bajo esta luz, llegará un momento en que por amor a Dios, hasta los propios y profundos sufrimientos os parezcan livianos y fáciles.

No es sencillo este camino, esta profesión, esta vocación. Desde el día en que la aceptéis abandonándoos filialmente a Dios, todo os parecerá distinto y vuestro estado, el más afortunado de todos.

Os los dice Fray Martín que, de esto sabe un poco y que, de verdad, os quiere y bendice.

Amistosamente,

Fray Martín

P. José Luis Gago de Val, O.P.

(Extracto tomado de «Encuentros con Fray Martín». De la parte «Cartas de Fray Martín»)

Carta a los enfermos

Oración contra el cáncer

Dios omnipotente y misericordioso concede tu bendición y tu luz a todos aquellos que se hallan empeñados en la lucha contra el cáncer. Consuela y ayuda a los que han sido dañados por esta enfermedad y haz que los esfuerzos que realizan los hombres puedan al fin obtener un buen resultado que sirva de consuelo a todos. Te lo pedimos por la intercesión de tu Hijo, nuestro Salvador.

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Padre José Luis Gago, O.P., en el recuerdo