Ha terminado el tiempo de Navidad y espero que lo hayáis pasado todos muy bien. Y también ha concluido el tiempo de mi breve estancia por Madrid. Esto no suena para nada especial. Sin embargo, para mí fue algo muy especial, porque tuve la posibilidad de compartir el tiempo de Navidad con personas para las que el tiempo de Navidad suele ser bastante difícil: Durante unos diez días estuve en el albergue para personas sin hogar de la Fundación San Martín de Porres, que llevan los cuatro dominicos de Carabanchel, en el suroeste de Madrid.
La casa en la que viví estos días se llama, en alusión reverente a un gran santo dominico de América: San Martín de Porres (1579-1639). Como hijo de padres de procedencia española y africana, se crió en Perú, donde conoció a los dominicos de Lima. Después de su profesión solemne servía a la gente de Lima, como hermano cooperador apodado “fray Escoba”. Resulta que hoy la escoba es su atributo hagiográfico. Su sencillez y su fama de milagros, pero, sobre todo, su cariño y sus obras de caridad en favor de los pobres y enfermos de la ciudad suscitaron una devoción muy profunda en el pueblo. Por eso, la Orden de Predicadores le venera como patrono de los hermanos cooperadores. Todavía hoy, mucha gente en amplias partes de América Latina le confía sus preocupaciones y le dedica exvotos agradecidos, como se puede comprobar incluso durante estos días en una exposición temporal en el Museo Reina Sofía de Madrid.
El ejemplo de cercanía y cariño con la gente de este predecesor en la Orden dominicana, les sirvió también a los primeros dominicos de Carabanchel como modelo de inspiración para establecer su trabajo. Partiendo literalmente de nada y bajo condiciones muy desfavorables, empezaron los frailes dominicos en los años 60 su trabajo al lado del antiguo canódromo de Carabanchel. Por la escasez de dinero se veían obligados a trabajar no sólo como párrocos o profesores, sino también, por ejemplo, alguno como taxista para mantener la obra que quisieron iniciar: Un albergue y un comedor para la gente que procedía de la “España profunda”, que tentaba su suerte por Madrid en busca de trabajo, pero a veces, sin otro equipaje que la ropa que llevaba encima de su cuerpo.
Hace ya más de 50 años que los dominicos se ocupan de las personas que tradicionalmente se llaman “sin techo”. En el contacto con ellos, se dieron cuenta de que no sólo se trataba de darles un techo y algo para comer, sino algo más. Según me dijeron, su situación no se describe adecuadamente llamándolas “sin techo”, sino más bien “personas sin hogar”. Así se evita reducirlas al mero hecho de que carecen de una casa física. Por circunstancias individuales y muy diversas, estas personas no sólo han perdido su casa donde dormir, sino también un sitio que puedan llamar hogar, donde sentirse “en casa”. Por lo tanto, los frailes se fijaron un objetivo ambicioso, pero el único adecuado para los hombres que buscan ayuda cuando se acercan a la casa de San Martín de Porres: Apoyarles a ser independientes de nuevo y volver a un ámbito y a circunstancias que puedan ser llamadas “hogar”.
Quedó claro para los dominicos de Carabanchel que este fin no se iba a lograr con un albergue sólo. Es un paso primero y muy importante, pero todavía insuficiente. Los hombres que se refugian en el albergue llevan una carga muy pesada, a veces, una mochila llena de experiencias negativas, fracasos y decepciones. Existe un abanico de motivos por los que están en la calle y para muchos se acumula una razón a la otra: la falta de trabajo, el divorcio, una enfermedad, la criminalidad, el alcohol o la droga y la pérdida de contactos sociales como el apoyo de la propia familia. Frente a esta multitud de posibles causas, los dominicos se decidieron prestar una ayuda profesional la más amplia posible. Por eso, establecieron la “Fundación San Martín de Porres”. Bajo este techo institucional se encuentra una serie de sitios de carácter diferente destinados a cubrir las necesidades de los hombres que se acercan: En la acogida, asistentes sociales entrevistan a los personas sin hogar para averiguar la medida de ayuda adecuada y necesaria para cada una. También existen plazas para más de 60 personas en el albergue, que llevan en Carabanchel, junto al comedor en el que se da la cena y el desayuno a las personas del albergue. Además, se mantienen diferentes talleres en los que las personas sin hogar pueden obtener una formación profesional o una especialización.
Una cosa que me ha llamado mucho la atención es que algunas empresas colaboran con la Fundación y se ha establecido un programa de inserción laboral. Así, los hombres, a menudo sin perspectivas, encuentran posibilidades reales de salir de su situación precaria y ganar la propia independencia.En esto se les ayuda también en la Fundación, ofreciéndoles una plaza en pisos con alquiler más accesible o en la Mini-Residencia. Esta es un piso compartido, que se dirige a los que ya han encontrado trabajo y así pueden dejar atrás el albergue, y quedarse en un ámbito amable que les sigue fortaleciendo y apoyando. Aparte de esto, la Fundación lleva un centro de día para personas con enfermedades mentales por el centro de Madrid. Allí se intenta estabilizar la situación de las personas a través de asistencia psicológica y actividades dirigidas por educadores sociales. Así se hace posible a estas personas quedarse en su entorno familiar y, a la vez, tener la posibilidad de aprovechar una asistencia profesional.
Como el compromiso para los más necesitados es parte integral del ser cristiano y, en cierto modo, la tarjeta de visita o prueba de credibilidad de los cristianos, me parecen ejemplares las relaciones que existen entre el albergue de San Martín de Porres y la parroquia de Santa Rosa de Lima, que se halla a su lado y de la que también se encargan los frailes. Todas las tardes, por ejemplo, alguien de la parroquia o del grupo de dominicos laicos está dando una respuesta concreta a la pregunta del evangelio “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10,29): Cogiendo un delantal y metiéndose en el comedor, varios voluntarios se involucran para dar la cena a las personas que viven en él.
Habiendo vivido una experiencia muy rica e impresionado por el compromiso de los frailes y de todas las demás personas que trabajan o colaboran de alguna manera en la Fundación San Martín de Porres, quiero agradecer a los frailes Andrés, Ramiro, Antonio y José Benito la posibilidad de haberlos conocido en este sitio maravilloso y de haber vivido unos días muy bonitos con ellos y las personas del albergue y la Mini-Residencia.
Fray Julian Thomas Eder, O.P.
Fuente: ser.dominicos.org
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