Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa.
Josefina Bakhita
Santa Josefina Bakhita nació en una tribu de Darfur, en Sudán, hacia el año 1869 ó 1870. Su historia es como la de otros muchos esclavos. Capturada por unos negreros siendo niña -aproximadamente con 9 años de edad-, fue vendida en el transcurso de algunos años a varios dueños, que la hacían trabajar duramente, apenas le daban comida y la maltrataban física y psicológicamente. No se le concedía ni un momento de paz y era azotada casi a diario. Todo su cuerpo quedó marcado por múltiples cicatrices. Su último patrón la vendió a un cónsul italiano en Sudán, quien la llevó a Italia y le dio mejor vida. Allí la providencia divina hizo que conocería a su «dueño» definitivo, el más bueno y justo, que la aguardaba paciente: Jesucristo. En el país transalpino ingresó, tras algunos meses de catecumenado y pronunciar los votos religiosos, en el Instituto de las Hermanas de la Caridad Canossinas de Venecia (Hermanas de Canossa). Por fin se sentía libre y respetada. En este lugar se dedicó a las más variadas tareas: en la cocina, en la portería, en la sacristía, etc., destacando siempre por su don de piedad y su amor a los desamparados:
Ellas —las religiosas de Canossa— me hicieron conocer a Dios, a quien sentía desde niña en mi corazón, sin saber quién era. Recordaba cómo viendo el sol, la luna y las estrellas, todas las bellezas de la naturaleza, me decía yo: ¿Quién es el dueño de todas estas cosas tan hermosas? Y sentía un gran deseo de verlo, de conocerlo, de honrarlo. Y ahora lo conozco. ¡Gracias, gracias, Dios mío!
Esta santa mujer, sencilla y humilde, que tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Fortunata («Bakhita», nombre puesto al ser secuestrada, significa «Afortunada» en sudanés) no realizó hechos milagrosos en sí, pero su vida fue sobrenatural: llena de la gracia de Dios. Una vida de esperanza más fuerte que los propios sufrimientos de su esclavitud. Precisamente por ello, vemos en Bahkita la personificación de la conciencia cristiana de la libertad. Aunque era una mujer de carácter reservado sabía transmitir su pasión misionera con gran sabiduría. Sus superiores la animaron para dar a conocer su testimonio de vida al mayor número de personas posibles, como modelo de fe y de profundo amor por el Señor. Murió en Italia el 8 de Febrero de 1947, siendo sus últimas palabras: «¡Virgen, Virgen!». Una multitud desfiló frente al féretro durante varios días para despedirse de su cuerpo. Juan Pablo II la beatifica el 17 de Mayo de 1992, y el mismo Juan Pablo II la canoniza el 1 de Octubre de 2000. Sin duda, un día importante para los cristianos de África, además de valioso estímulo para las víctimas de la esclavitud y de la islamización impuesta en algunos países de aquel continente. Su cuerpo incorrupto se encuentra en la iglesia del Convento Canossiano de Schio, en la provincia de Vicenza, norte de Italia.
Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el papa Juan Pablo II.
Oración
Padre Celestial, Tu Hijo Jesucristo, por su sufrimiento y su muerte en la cruz
se entregó como don de amor para el perdón de los pecados y
la salvación de todos los pueblos.
También ella se ofreció por medio de su sufrimiento en la esclavitud.
Oramos humildemente para que por su intercesión
Tu puedas salvar a sus hermanos y hermanas de África
de la esclavitud y de la persecución.
Que ella pueda obtener el don de la justicia y
de la paz para su pueblo y el mundo entero.
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
Amen
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La Madre morenita (Santa Josefina Bakhita)
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