«Iconografía de San Martín de Porres”, de Pedro Gjurinovic Canevaro

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Un magnífico libro para conocer las distintas representaciones relacionadas con Fray Martín a lo largo de la historia, principalmente en Perú.

Fray Martín de Porres –como anota cordialmente el padre Juan José Salaverry, prior provincial de los Dominicos en el Perú–, es mostrado en las páginas de este libro desde la fe de los pintores, escultores y demás hombres de arte, ellos han captado la dulzura de su caridad, el temple de su vida religiosa, la entrega en el servicio al pueblo, y la fe inquebrantable de los hombres sencillos a quienes ama el Señor».

El libro, titulado «Iconografía de San Martín de Porres» (Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, Lima 2012, 202 pp.), ha sido escrito por el exdirector del Instituto Nacional de Cultura del Perú, Pedro Gjurinovic  Canevaro, quien de la mano de Tulio Cúsman, editor de fotografía, han recopilado todas las imágenes del santo en el Perú. Se trata de una hermosa aproximación estética a la figura de san Martín de Porres en las páginas de este libro. Entre los textos y las imágenes, se puede encontrar una estrecha relación entre san Martín y la ciudad de Lima, sus habitantes, sus costumbres y su fe.

En la obra se parte –Introducción–, de la problemática realidad de las imágenes resuelta para la Iglesia Católica en el Segundo Concilio de Nicea (787) y estimulada didácticamente para servir a la evangelización en el Concilio de Trento (1563). Le sigue el capítulo sobre la «Santidad en Lima» en el que se contextualiza al santo dominico en sus coordenadas espacio-temporales y, sobre todo, en su mundo cultural espiritual. En el capítulo III se da cuenta de las «noticias archivísticas, cronológicas y bibliográficas» elaborando una sintética pero profunda semblanza espiritual de Martín. Cabe destacar la acertada inclusión de una detallada cronología desde 1579, año de su nacimiento, al 1962, año de su canonización.

Es en los capítulos IV y V donde se acomete de lleno el título anunciado: el estudio de su iconografía a lo largo de los cuatro siglos que corren tras su muerte ejemplar. Comienza con observar sus rasgos faciales, su tipo físico, su vestimenta y los atributos, pasando revista a los cuadros y a las estatuas del mulato, «varón de mucha oración», presentando audazmente la identificación de san Martín según el retrato elaborado por Jorge Portillo Trejo, de la Dirección de Criminalística de la Policía Nacional del Perú. En cuanto a sus vestiduras, le corresponde la túnica blanca que simboliza la inocencia y el escapulario negro que representa la humildad. Los atributos más comunes serán el rosario y la escoba; de su profesión de barbero, sangrador y sacamuelas un estuche al cinto, pinzas, lancetas, puntilla, bracero y almiz. En consonancia con su proverbial espíritu dadivoso se le coloca la canasta con panes.

Otros aspectos de la vida registrados por los artistas serán el de la oración («echado en el suelo boca abajo y puesto en cruz con un ladrillo en la boca y el rosario en la mano»), la penitencia (con sus disciplinas y cilicios), la levitación, de rodillas ante el altar, y el plato con perro, pericote y gato. Tanto los cuadros como las esculturas nos brindan las facetas de su vida: religioso dominico, enfermero, misionero caritativo. Una de las iconografías más abundantes es la de la escoba. La obra tiene la virtud de identificar tales dimensiones, actitudes en la obra que se describe.

La iconografía del Beato Martín del siglo XX tendrá un carácter devocional y propagandístico, y no tanto evangelizador. Cabe señalar la pintura del artista italiano Fausto Conti preparada especialmente para la canonización en San Pedro de Roma, y las dedicadas a los dos milagros de la canonización –curación del niño Antonio Cabrera y de doña Dorotea–, obras de Blanca Chávarri. No escapan al autor las numerosas representaciones artísticas del Santo, como las sutiles del caricaturista Antonio Mingote, o los grafitis, vitrales, esculturas en granito y madera policromada, xilografías, azulejos, medallas conmemorativas, estampillas y estampas, y hasta el entrañable tallado en un tronco de árbol en Pimentel o modelado en arcilla por artistas populares como Tineo.

Oración por Filipinas

Santo Domingo Church - Quezon Boulevard

Fray Martín, intercede para que la desolación del pueblo filipino se torne en esperanza.

Sto. Domingo Church in Quezon City

Imagen  (arriba) y Vitral en la Iglesia de Santo Domingo – Quezon City (Filipinas)

Amado San Martín de Porres, eres un santo muy querido en Filipinas, tu imagen se encuentra presente en muchas iglesias del país asiático; lugares de culto convertidos, en este trágico momento, en refugio espiritual y físico de multitud de damnificados por el devastador paso del tifón «Haiyan». Martín, ayuda a alimentar el don precioso de la fe e intercede al Señor por los fallecidos, por los desaparecidos, por los heridos para que sean sanadas sus dolencias y recobren pronto la salud, por los huérfanos…y para que las necesidades urgentes de los filipinos y del país sean rápidamente atendidas: Oremos juntos por Filipinas.

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Los hermanos y hermanas de la Orden de Predicadores de Filipinas están recogiendo donaciones de ayuda directa para los afectados del tifón “Haiyan” (también conocido como “Yolanda”). Puedes escribirles al correo opphil@phils.op.org para recabar más información. Ayuda a difundirlo.

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Además, Manos Unidas y Cáritas -presentes en este país desde hace décadas- han abierto cuentas corrientes para la ayuda de emergencia. Ante esta dolorosa situación, de nuevo se nos invita a ser solidarios con los más vulnerables, a dar algo de lo nuestro a esta gente tan necesitada. En definitiva, a ponernos en el lugar del otro.

San Martín de Porres: «Un santo que no pasa de moda»

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Su vida y obra conservan hoy día todo su vigor y frescura. Su ejemplar humildad y espíritu de servicio sigue siendo modelo de seguimiento cristiano. Camino seguro hacia aquella santidad que todos deseamos alcanzar.

San Martín de Porres: “Un santo que no pasa de moda”

Reconozco que el hablar de santos no se me da mucho. Nunca he sido muy devoto -en ese sentido popular de “especial afecto o cariño” hacia los santos- salvo contadísimas excepciones. Me imagino que por defecto de formación familiar. La entrada en la Orden y  en especial, la etapa de noviciado, crearon la ocasión para acercarme a la vida de los santos, para fijar la mirada y ver en ellos a auténticos varones evangélicos, testigos cualificados de Cristo, modelos de seguimiento.

No sé si los dominicos somos unos expertos en santidad –algunos sin vacilación se atreverían a responder afirmativamente- pero lo que sí sé, es que cuando de hablar de santos se trata, tenemos una palabra que decir. Basta con echar una mirada al santoral de la Orden para convencerse. Los hay para todos los gustos y colores. Y quede claro que, los dominicos no “somos fabricantes de santos”. Simplemente somos una Orden con una larga y rica tradición, y testigos de ello, lo son esa pléyade de santos y santas que hoy ocupan un lugar especial en tantísimas iglesias de todo el mundo, pero sobre todo en los corazones de tantas personas.

El santo que hoy celebramos -en palabras de fray Antonio González Lorente: “un santaso”-, es un ejemplo especial de esa riqueza de la cantera dominicana y, tal como decía al principio, forma parte de esas excepciones. Por eso, dejando a un lado la típica rigurosidad biográfica (para ello, podemos acudir a tantísimo libros escritos sobre su vida, o bien a internet), quiero hablarles de Martín de Porres, modelo de creyente, experto en humanidad y buen fraile dominico.

La figura de Martín de Porres, “fray escoba”, “el morenito”, “San Martincito de los pobres”, “Martín, el bueno”, “Martín, el caritativo”, llámesele como se le llame, respira frescura, novedad y actualidad por doquier. Es uno de esos santos que no “pasan de moda”. Muy probablemente sea una de las figuras más conocidas de la Orden, y cuya vitalidad, lejos de mermar, crece y se expande por todas partes. La devoción que los creyentes le tributan, así como la admiración que despierta en los que no lo son, trasciende las épocas y las geografías, haciendo de él un santo actual, un santo universal.

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Martín es un santo del pueblo, y la gente lo siente y lo vive así. La diversidad de nombres con que la gente suele llamarle, dicen mucho de cómo las personas (sobre todo el pueblo pobre y sencillo) le ha conservado en su memoria: “Es uno de los nuestros”-me decía una señora que visitaba nuestro convento de Santo Domingo, en República Dominicana-. La fiesta de San Martín, no precisa de mucha publicidad eclesial, ya que, difícilmente una fecha como esta la gente la pase por alto.

Martín de Porres fue todo un modelo evangélico. Destacan entre sus virtudes: su inquebrantable espíritu de oración, su especial devoción al Sacramento de la Eucaristía, a la Virgen María y a Jesús crucificado. Sobre la oración, más de un testigo llega a dar cuenta de que, aún en medio de sus ocupaciones, encontraba un espacio para huir de la compañía de los hombres y esconderse en los más secretos rincones del convento o de la iglesia para darse a la contemplación de lo divino. Así, se fue adecuando a los valores de Cristo, dejándose transformar por ellos. Su punto de apoyo fue la buena voluntad sostenida por la propia Palabra de Cristo en las exigencias del evangelio, asumidas en la fe. Todo ello le permitirá dar el paso radical de no reservarse nada en la donación a Dios y los hermanos, sobre todo a los que más sufren.

“Martín, el bueno” o “Martín de la caridad”, es más que un nombre adjetivado. Más bien recoge, de manera condensada, lo que fue su vida: un continuo darse. Martín hizo de la caridad el eje central de su vida. En su corazón cabían todos, ricos, pobres, dignatarios, frailes, autoridades, etc., sin importar su condición o sus motivaciones, él los acogía y les brindaba su servicio. Al servicio de los demás ponía sus conocimientos (medicinales, de barbero, saca muelas), así como todo cuanto tenía, con tal de aliviar en ellos sus sufrimientos materiales y espirituales. Hay que decirlo, Martín nació y vivió pobre, pero fue un fraile inmensamente rico en humanidad. Fue precisamente ese servicio en la humildad, lo que ya en vida le hizo ganar fama de santo, y que posteriormente fue ratificado elevándolo a los altares.

Finalmente, no haríamos justicia si no reconociéramos su gran talante como fraile dominico. En lenguaje popular se suele decir: “los buenos modales empiezan por casa”, pues esto se cumple en Martín de Porres. Desde su entrada, a la edad de 15 años, en el Convento Dominicano de Nuestra Señora del Rosario en Lima, desempeño numerosos oficios destacando en amor de amistad, así como por su gran espíritu de servicio y entrega a los hermanos. Se dice que las tres condiciones fundamentales del “amor de amistad”: desinterés, generosidad y permanencia, las vivió hasta el final de su vida.

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Celebremos a este, nuestro San Martín de Porres, que supo hacer la síntesis “entre el amor a Dios y al prójimo” (Lc 10, 27), que se tomó muy en serio aquello de que: “si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). Su vida y obra conservan hoy día todo su vigor y frescura, su ejemplar humildad y espíritu de servicio sigue siendo modelo de seguimiento cristiano, y seguro camino hacia aquella santidad que todos deseamos alcanzar.

 Fr. Dionelli Rosario de los Santos

 Real Convento de Predicadores- Valencia

El musical de San Martín de Porres: «Perro, pericote y gato»

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«Perro, pericote y gato» es la obra musical en homenaje a San Martín de Porres que se representará, por primera vez en sus 400 años de historia, en el Convento de Santo Domingo de Lima. El montaje teatral, cuyo estreno tendrá lugar el próximo domingo 10 de noviembre, representa una historia contada desde la visión de los propios animales, perro, pericote y gato, agradecidos a Fray Martín por haber llevado concordia y paz a la relación existente entre ellos. Sin duda alguna, una obra diferente y enriquecedora que hará disfrutar al espectador de bellos momentos de la vida del santo peruano.

El musical que lleva por título «Perro, pericote y gato» es producido por Nicolasa Producciones, en homenaje a la vida de San Martín de Porres y en alusión a la conocida tradición de don Ricardo Palma, “Los ratones de fray Martín”, cuyos personajes han sido extraídos de aquella historia de fantasía para que sean los narradores de esta representación musical que nos ilustra como transcurrió la adolescencia de este querido santo de raza negra.

La obra, dirigida a un público escolar y familiar, cuenta con la participación de 5 actores cantantes como son: Anaí Padilla, Darayi Tejada, César Gabrielli, Eduardo Ágreda y Miguel Huapaya, quienes fueron elegidos en un riguroso casting para actuar, cantar y manipular títeres.

Nicolasa Producciones son los encargados de escribir un libreto divertido y educador, con lo que busca contribuir con el fortalecimiento de los valores familiares, así como también, reforzar los valores de nuestra identidad nacional, ya que las 11 canciones con las que cuenta el musical, llevan ritmos peruanos. La dirección de la obra recae en el conocido actor y titiritero Ángel Calvo, y la producción general está a cargo del actor y cantautor nacional Willy Noriega.

Fuente: RPP Noticias – Perú

Festividad de San Martín de Porres: Un santo icono para la humanidad

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Un ejemplo a imitar para los que quieren descubrir la dulzura y la felicidad

San Martín de Porres, nuestro caritativo y piadoso fraile, se distinguió por su conciencia de la dignidad humana, su espíritu de servicio social, su humildad y un profundo sentido espiritual de la vida. Creció con una dignidad que ilustraba su entereza moral. Ya desde joven practicaba valores que en nuestra sociedad actual no prevalecen y apenas se alientan, o que incluso asociamos con la debilidad más que con la fortaleza. Tristemente se otorga mayor importancia a contravalores de tipo material y ansias de notoriedad o reconocimiento público que a los propios valores espirituales. Perdura una dureza en nuestros corazones que nos lleva irremediablemente a la degradación moral. Y nos olvidamos que la humildad y el espíritu de entrega hacia los demás – de manera desinteresada y no únicamente como descarga de la conciencia – producen en las personas paz y felicidad; nos purifica, además de resultar un verdadero revulsivo natural frente a los pensamientos negativos que tanto sufrimiento nos causa.

Fray Martín era una persona de condición muy humilde. La pobreza impregna toda su vida, pero de tan pobre Martín se hizo rico sin fin dando a todos lo único de lo que disponía, su amor. Precisamente, desde su pobreza, su corazón se vuelve sensible y abierto a lo infinito. Fray Martín soñaba con un mundo mejor y un mundo hermanado, por esa razón para nuestro santo mulato no hubo diferencias entre los hombres, porque para él ayudar al que lo necesitaba significa lo más grande que un ser humano podía hacer por otro: conocer o resolver sus problemas e inquietudes, dirigir palabras amables y de aliento ante las dificultades, un buen consejo, una sonrisa, amando…..como un canal de la gracia de Dios que nos invita a dejarnos traspasar por la realidad de compartir las alegrías y las tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

SMP iconoExiste, pues, en nuestro amigo toda una propuesta humana -dentro de un espíritu colectivo-, que en términos actuales lo hace ser un precursor de la solidaridad social y universal y, como hemos señalado anteriormente, del resurgimiento de la toma de conciencia de nuestra dignidad como personas. San Martín de Porres fue un ejemplo de fe y caridad, de servicio y práctica de los principios y preceptos cristianos: un ejemplo para la sociedad de aquel entonces y un icono para la sociedad en la que vivimos hoy en día, que comienza a vislumbrar un ideario innovador que plantea que para ser un buen líder hay que saber servir a los demás, con honradez e integridad; hay que ser servidores de Dios para el beneficio de la humanidad, para vivir en armonía y paz: Dios siempre espera lo mejor de nosotros.

*(1)Para Dios no hay profesiones indignas, sino indignos profesionales. Los hombres se fijan en las apariencias, el color de la piel, la estatura, el dinero, el vestido…pero Dios sólo mira al corazón. Nuestro Fray Escoba fue un marginado de su tiempo, el siglo XVI. Era hijo «ilegítimo» del español Juan de Porres y de Ana Velázquez, mujer negra descendiente de esclavos africanos. Al ser mulato y pobre le tocó sufrir en más de una ocasión el menosprecio de la sociedad. Sin embargo, su madre le descubrió el evangelio de Jesús: «El que se humilla será ensalzado». A Fray Martín no le importó ser «simple» lego o donado de la orden de Santo Domingo, sin poder ser sacerdote; tampoco tuvo a mal el estar continuamente sirviendo a los demás, ir de un lado para otro con la escoba, atender a los enfermos, a los mendigos… Dios se sirvió de su persona para unir las razas, para hermanar a los ricos con los pobres…y a todos los hombres con Dios.

En pleno Vaticano II, el 6 de mayo de 1962, el Beato Juan XXIII canonizó a San Martín, convirtiéndose en uno de los santos más populares de todo tiempo y lugar, que como canta la Liturgia a todos «nos lleva al cielo siguiendo su ejemplo de humildad”.

*(1) Párrafo tomado del artículo «San Martín de Porres, caridad total», de José Antonio Benito.

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Un icono como símbolo de referencia para los hombres y mujeres de todas las edades, clases sociales y razas. Un santo para el mundo entero.

Bienaventurado Martín, consciente de tu caridad sin límites, muestra a la gente de todas las razas y todas las naciones los caminos de la unidad y de la justicia; siempre compasivo, padre de los pobres y necesitados, míranos con piedad y ruega por nosotros que te invocamos con fe absoluta en tu bondad y en tu poder.

No nos olvides antes Dios, a quien siempre serviste y adoraste. Amén.

¡Feliz día de San Martín de Porres a todos!

Con cariño: fraymartinblog.wordpress.com