En medio de la sombra y de la herida
me preguntan si creo en Ti. Y digo
que tengo todo cuando estoy contigo:
el sol, la luz, la paz, el bien, la vida…
José Luis Martín Descalzo nace el 27 de Agosto de 1930 en la localidad de Madrilejos (Toledo), en el seno de una familia profundamente cristina. Aún muy niño, su familia se traslada a vivir a Astorga. Por tal motivo siempre se consideró astorgano, pues en esta localidad leonesa creció y comenzó su vocación sacerdotal. Brillante estudiante, pronto se interesó por los estudios eclesiásticos y las humanidades. Se licenció en Teología e Historia eclesiástica, completando sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, ordenándose sacerdote en Roma el 19 de marzo de 1953. Realizó buena parte de sus estudios e inició su carrera religiosa y profesional en Valladolid, ciudad a la que amó profundamente. Sacerdote, reconocido periodista y laureado escritor, gana el prestigioso premio Nadal en 1956 por «La Frontera de Dios», una novela religiosa de grandes valores humanos e intensa emoción. Martín Descalzo representó una literatura relacionada con el humanismo cristiano -comunicativo y de pie a tierra- y la de un hombre cuya conciencia y existencia se consagra al servicio de Dios. Su éxito radica, pues, en su propia personalidad: una forma de ser comprometida con la realidad, con los valores y con su palabra (“A él le importan las palabras, pero más le importa la sangre que llevan las palabras dentro”, diría acertadamente José María Javierre). Sin duda, muchas de sus obras literarias permanecerán para la posteridad: «Vida y misterio de Jesús de Nazaret«, «Testamento del pájaro solitario», «Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos», un drama llevado al teatro con gran éxito; o la compilación de muchos de sus artículos periodísticos en los libros Razones: «para la esperanza», «para vivir», «para la alegría», «para el amor«. En todos los sentidos fue un hombre que vivió con vitalidad, siempre fiel a su compromiso con Dios y con la iglesia.
José Luis Martín Descalzo era para nosotros un redentor de las cosas sencillas, pues le importaba, más que nada, reconciliar el mundo, querido y terrible, y poner al fondo de todo a Dios.
Florencio Martínez Ruiz
El rostro de Martín Descalzo fue muy popular para el gran público español por haber presentado, con gran acierto y sabiduría, el programa de TVE «Pueblo de Dios«, que comienza a emitirse el 25 de Octubre de 1982. Era muy cercano, en su trato y en su lenguaje; hablaba a los hombres de Dios de una forma muy dulce y con un mensaje lleno esperanza que atrapaba. Fallece en Madrid el 11 de Junio de 1991 a causa de una grave dolencia renal. Sus restos mortales descansan en el panteón familiar de Valladolid. Decididamente, nos encontramos con un hombre bueno e íntegro en su ser, brillante y uno de los grandes humanistas españoles del siglo XX: su testimonio y su obra permanecen vivos, extendiéndose hoy su legado por todo el mundo.
(Siendo su vida y obra tan ejemplar y virtuosa deseamos de corazón, con esperanza y alegría cristiana, que algún día no muy lejano se inicie la Causa para el proceso de canonización de José Luis Martín Descalzo: un hombre bueno, un hombre de Dios y para todos. Recemos -en nuestra privacidad- por esta intención y pidamos que se cumpla, siempre, la voluntad del Señor)
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Hijo mío, que estás en la tierra,
preocupado, solitario y tentado.
Yo conozco perfectamente tu nombre,
y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo…
José Luis Martín Descalzo, «24 pequeñas maneras de amar»:
1. Aprenderse los nombres de la gente que trabaja con nosotros o de los que nos cruzamos en el ascensor y tratarles luego por su nombre.
2. Estudiar los gustos ajenos y tratar de complacerles.
3. Pensar, por principio, bien de todo el mundo.
4. Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se la merecerían teóricamente.
5. Sonreír. Sonreír a todas horas. Con ganas o sin ellas.
6. Multiplicar el saludo, incluso a los semiconocidos.
7. Visitar a los enfermos, sobre todo sin son crónicos.
8. Prestar libros aunque te pierdan alguno. Devolverlos tú.
9. Hacer favores. Y concederlos antes de que terminen de pedírtelos.
10. Olvidar ofensas. Y sonreír especialmente a los ofensores.
11. Aguantar a los pesados. No poner cara de vinagre escuchándolos.
12. Tratar con antipáticos. Conversar con los sordos sin ponerte nervioso.
13. Contestar, si te es posible, a todas las cartas.
14. Entretener a los niños chiquitines. No pensar que con ellos pierdes el tiempo.
15. Animar a los viejos. No engañarles como chiquillos, pero subrayar todo lo positivo que encuentres en ellos.
16. Recordar las fechas de los santos y cumpleaños de los conocidos y amigos.
17. Hacer regalos muy pequeños, que demuestren el cariño pero no crean obligación de ser compensados con otro regalo.
18. Acudir puntualmente a las citas, aunque tengas que esperar tú.
19. Contarle a la gente cosas buenas que alguien ha dicho de ellos.
20. Dar buenas noticias.
21. No contradecir por sistema a todos los que hablan con nosotros.
22. Exponer nuestras razones en las discusiones, pero sin tratar de aplastar.
23. Mandar con tono suave. No gritar nunca.
24. Corregir de modo que se note que te duele el hacerlo.
La lista podría ser interminable y los ejemplos similares infinitos. Y ya sé que son minucias. Pero con muchos millones de pequeñas minucias como éstas el mundo se haría más habitable.
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Enlaces recomendados:
«Carta a Dios», por José Luis Martín Descalzo
Para más información: martindescalzo.enarte.es
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