Sobre trono basáltico un puñado de hombres de mar –fornidos, rudos y creyentes- levantaron en el Puerto de la Cruz, la ermita de San Pedro González Telmo, santuario a donde gentes sencillas veían a depositar el tributo de su fe valiente– que en las almas rudas la fe es más potente que en las almas civilizadas.
El gremio de navegantes que la ermita erigieran, como almas, en el fervor de la mar ardida, eligieron un lugar contiguo al mar para que este le rindiera vasallaje con el murmullo de sus olas turbadoras.
Y así es el sitio donde aquellos marinos, como una ofrenda piadosa de su fe ingenua, levantaron el santuario: Una roca donde la mar desgrana sus armonías; un bello rincón desde donde se otea la gran llanura…
Sebastián Padrón Acosta
Interior y Altar mayor (Foto: Manuel López G.)
Imagen recientemente restaurada de San Martín de Porres, que se encuentra en uno de los huecos laterales (Foto: José J. Santana)
Esta ermita se encuentra situada en uno de los puntos más hermosos del Puerto de la Cruz. Se alza pintorescamente sobre la Roca de la Caleta, en un acantilado del Atlántico. El célebre jesuita alemán Padre Leppich, en una visita a la Ermita de San Telmo, impresionado y con cariño la calificó de “Minicatedral San Telmo”, y es cierto que la capilla atrae a muchísimos visitantes.
La capilla fue construida en 1626 por la cofradía de pescadores y consagrada a su santo patrón San Pedro González Telmo, fraile dominico nacido en Fromista (Palencia). En 1659, los religiosos de la orden de Santo Domingo, construyeron un convento al lado de la capilla. Ambos, convento y ermita, quedaron destruidos en la noche del 19 de diciembre de 1778 por un incendio devastador, en el cual también se perdió la imagen original de San Telmo. En 1780, los pescadores procedieron a la reconstrucción de la ermita, cuyo exterior no ha cambiado hasta el día de hoy.
En noviembre de 1826, una marea catastrófica causó grandes daños en el norte de la isla de Tenerife. Una placa conmemorativa recuerda las numerosas víctimas, algunas de ellas enterradas en el subsuelo de la capilla.
A raíz del creciente turismo alemán en el norte de Tenerife la ermita se restauró completamente, en los años sesenta -1967 y 1968-, con fondos aportados por el Secretariado Católico Internacional de la Conferencia Episcopal Alemana (KAS), y se cedió para celebrar el culto religioso en el idioma alemán, aunque para mantener la vieja tradición, cada lunes se celebra la misa en español.
En lo referente a la restauración de finales de los años 60, se pretendía tanto la conservación de los valores antiguos, como la inclusión de elementos modernos. Lo cual fue conseguido de forma extraordinaria por el arquitecto de interiores D. Fred Hellwig de Dusseldorf. Él fue el creador del moderno crucifijo hecho con la técnica de hierro forjado, y colocado en el lateral izquierdo del altar. En él, Jesucristo es representado con los brazos extendidos, para atraer a toda la humanidad. Además, Hellwig, fue el creador de las lámparas de techo, hechas en hierro y plata, las cuales forman, de esta manera, un armonioso conjunto con las otras obras.
Las pinturas del altar y la bóveda fueron restauradas de forma magnífica por el Sr. Hans Perth. Sobre las puertas del altar mayor se encuentran los escudos de los dominicos. La pintura–tapiz sobre el altar representa una escena sobre la conquista de la Isla.
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